Siempre me gustó dibujar y sobre todo jugar con el color. Fui a las típicas clases preescolares de pintura, pero al acabar el colegio las dejé.
Hace 5 años decidí cambiar de vida, me fui a vivir a la montaña. A muchos kilómetros de casa. Y allí empece a ver la vida desde otra perspectiva, a otro ritmo. Ya no estaba el estrés de la ciudad y tenía tiempo para mi. Pero lo peor de todo es que no sabia que hacer con ese tiempo.
Entonces un día mi madre me llamó por teléfono, me había mandado por correo un caballete, unas pinturas y una paleta y me dijo: por qué no retomas la pintura?? Igual te ayuda. Empecé pintando algún paisaje, fui tomando contacto con el color y con todo lo que fluía en mi cabeza.
Mi madre tenía razón, pintar me ha ayudado mucho, a aceptar diferentes situaciones y a llevarlas mejor, es mi terapia.